“Los antiguos vivían condenados a trabajar como esclavos, sufriendo una tortura inigualable, que comenzaba en vida y continuaba incluso después de su muerte. Los hombres eran despojados de su alma, condenada a vagar eternamente en el espacio infinito.
Los demonios, manchas de aspecto indefinido, dominaban a sus presas mentalmente, introduciéndose en su cerebro y manejándolas como maniquíes de una representación mortal. Les obligaban a reproducirse para crear más súbditos inocentes y se les proporcionaba una cantidad de alimento casi nula que ingerían sin apetito durante sus interminables días de esclavitud. De esa manera, los más fuertes sólo alcanzaban los dieciocho años.
El mundo se encontraba sumido en el caos. Una atmósfera oscura, que apenas dejaba pasar la luz solar, proporcionaba a los humanos la cantidad necesaria de aire para sobrevivir. Numerosos volcanes y fosas se extendían a lo largo de la superficie de Bracal y de todos sus continentes. El fuego volcánico que escupían las grandes montañas proporcionaba la energía a las máquinas de tortura que manejaban los humanos, pues los demonios les hacían cavar y cavar sin un objetivo claro en las oscuras y yermas tierras del planeta.
En los momentos en que los demonios desaparecían por un tiempo, sus mentes, ya libres de ataduras, les hacían pensar en los tiempos mejores en que los dioses del bien gobernaban el mundo. Leyendas olvidadas de los más ancianos que relataban la huida de los dioses benignos hacia un lugar remoto, de donde algún día resurgirían de sus cenizas para arrebatar el poder al mal absoluto.
Sin embargo, los demonios no estaban desorganizados. Eran los siervos de los dioses del Caos y tenían por misión causar el más absoluto destrozo en el mundo. Su único inconveniente era que carecían de memoria, y sólo miraban al futuro, un futuro dominado por los seres oscuros.
Si que es cierto que existieron tiempos mejores, como cantaban las historias, pero en una cosa se equivocaban: los dioses del Bien no se habían escondido: habían sido capturados y encerrados en algún lugar por los dioses del Caos.
Debido a su falta de memoria, los siervos oscuros que esclavizaban a los humanos, cometían a menudo errores, y eran castigados con su destrucción. Por ello, la tropa demoníaca era renovada continuamente.
Un día, en su afán por extender sus dominios, los demonios ordenaron excavar a más profundidad en la ya castigada estructura del planeta. Los humanos empezaron a trabajar tan duramente como sus frágiles miembros se lo permitían, pero alcanzaron una zona de extremada dureza. Incapaces de continuar, caían exhaustos ante tan arduo trabajo. Las sombras, furiosas por no poder llegar más lejos, apartaron a los esclavos y comenzaron a excavar en la roca con sus garras invisibles. Gracias a su poder diabólico y a su ofuscación, consiguieron abrirse camino. De improviso, un haz de luz plateada surgió de entre las grietas. Las rocas explotaron y los demonios salieron despedidos gritando de dolor.
Habían liberado a los dioses del Bien”
La Edad Oscura – Historia de Calym
(Biblioteca central de Badenburgo)
noviembre 28, 2009 a las 5:18 am
Jicotea Editorial.
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